Cada ignorancia es un golpe.
Cada llanto un grito.
Cada palabra una piedra.
Cada silencio un desafío.
Angustia que no se refleja
en las vidrieras de la ciudad
cuando la gente rasguña su sacrificio.
Felicidad impalpable.
Sonrisas para el destino.
Música que entra y sale.
Sonidos que no distingo.
Violencia en el arte, y aun así sonrío.
El sol no te deja abrir los ojos.
El viento te hace vestir.
De la tierra solo sale oro,
y del oro sale castigo.
Penas en las miradas.
Abrazos no compartidos.
Dolores que no sanan.
Y ni un solo camino.
Dios que no aparece,
respeta el libre albedrío;
o quizás
el hombre escapa mirando al cielo,
no haciendo, sino pidiendo.
Hay penas que no acepto.
Hay respuestas que no encuentro.
La gente me aplasta y me aplana,
me deja sorda entre los gritos.
Aturden mi conciencia
y así pierdo el equilibro.
Me duelen las manos, de no tocar la tierra.
Puntadas en el pecho, por no nadar en el mar.
Ceguera inconsciente, por no hablar con las personas.
Cansancio general por las palabras que no están.
Y la razón me sigue diciendo
que hay algo que tengo que cambiar.
El viento no puede ser ceniza,
y el azúcar no puede ser artificial.
Las cosas se compran para tirar,
y solo así se gana dinero.
El tiempo no es cosa,
porque arte se produce en él,
pero lo estamos tirando como si no lo pudiéramos ver.